Asociaciones de residentes del entorno de la Gran Vía apuestan por mantener la infraestructura, con o sin el uso actual, mientras otras se posicionan junto a la conselleria, apostando por su eliminación
DIARIO INFORMACIÓN 03/11/2023
Sin consenso y con hastío general por la falta de una decisión política firme. El futuro del Puente Rojo de la ciudad de Alicante no pone de acuerdo a los vecinos que residen en el entorno de la emblemática infraestructura, que la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Infraestructuras y Territorio valora eliminar, para lo que ha incluido una partida en el proyecto de Presupuestos de la Generalitat Valenciana de 2024 para estudiar su retirada con el objetivo de «cerrar la Gran Vía» dando así «continuidad al eje urbano».
Desde el PAU 1, uno de los barrios situados en un lateral del Puente Rojo,apuestan por mantenerlo o dejarlo, pero no «bajarlo al nivel cero, quitándole los pilares, como se había planteado». «Ha habido proyectos en varias decisiones. Lo que no queremos es una solución a medias: que lo quiten o que lo dejen, pero no que se invierta dinero para hacer algo intermedio. Nos parece bien que se mantenga, pero siempre que se regenere la zona, se ilumine y tenga algún tipo de ocio», ha señalado Rosario Buyolo.
En la asociación de vecinos de La Florida, Dolores Ten lamenta que es un debate recurrente, «pero en el que no se avanza». «A nosotros nos gustaría que se hiciera lo que se nos dijo, que era retirar los pilares y mantener la estructura pero con el tráfico a cota cero», defiende.
En el cercano barrio de Ciudad de Asís, también en el entorno del Puente Rojo, apuestan por «mantener la infraestructura, puede tener uso o darle otra imagen, pero aquí hay otras prioridades», agregó Rubén López, para recalcar que el proyecto de la conselleria es secundario en la zona.
Al otro margen del puente se sitúan dos barrios. Desde Princesa Mercedes, Isabel Molina lamenta que los proyectos cambian en función del color político del gobierno. «¿Estamos locos o qué? ¿Vamos a seguir siempre así? Pensamos que el Puente Rojo no molesta, tenga o no uso para el tráfico. También se puede mantener, aunque sin circulación. Lo importante es que no moleste a los vecinos más próximos. Lo único que no queremos es que entorpezca al desarrollo de la OI/2, con la construcción del Parque Central», señala Molina.
En el cercano barrio de Francisco Albert, José Barreto asegura que el puente debe permanecer si tiene un uso. «Si se queda sin utilidad, no vemos ningún sentido a que se mantenga. Solo puede generar problemas», añade el vecino.
Desde la asociación de vecinos Benalúa «El Templete», siempre presentes en las ocasiones anteriores en las que se ha reabierto el debate sobre el futuro del Puente Rojo, Ernest Gil aboga por su mantenimiento. «Hablamos de una infraestructura que está pensada para cien años. De momento, se piensa en derruir sin más, sin una alternativa clara. Es absurdo. Antes de plantearse tirar abajo el puente, con su coste, habría que dar solución a tantas necesidades que tiene la ciudad. El puente sigue teniendo su función, pero si algún día se completa la Vía Parque tendrá menos frecuencia de paso y dará menos problemas», agrega.
Al otro lado del puente, y siguiendo una línea similar, se muestran los vecinos del PAU 2-La Torreta. «Que hagan lo que quieran con el puente, a nosotros nos preocupan más otras necesidades, más importantes. ¿Convertirlo en mirador? ¿Eliminarlo? Todo parecen ocurrencias. Falta una hoja de ruta clara, un estudio que planifique la ordenación urbanística de la ciudad. Todo lo demás son parches, actuaciones concretas, sin dar respuestas globales. En el barrio nos preocupa más que terminen la Vía Parque, que por aquí solo tiene un carril en cada sentido. Luego ya hablaremos de algo menor como el futuro del Puente Rojo», apunta Pablo Fernández.
Así, con una importante división sobre el mejor proyecto para el Puente Rojo se muestran las asociaciones más afectadas después de que se supiera que la Generalitat Valenciana tiene previsto reabrir el debate con el impulso de un estudio para valorar la opción más conveniente para la ciudad, aunque con la idea sobre la mesa de eliminar la estructura para «cerrar la Gran Vía» dando así «continuidad al eje urbano», según la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Infraestructuras y Territorio, dirigida por la popular Salomé Pradas.
De hecho, en el proyecto de presupuestos de la Generalitat para 2024 figura una partida plurianual de 110.000 euros para un «estudio informativo de cierre de la Gran Vía de Alicante, en el tramo de la avenida del Doctor Jiménez Díaz«, a ejecutar en los dos próximos años, con 60.000 euros del total previstos para 2025.
Según la conselleria, este proyecto, enmarcado en la «estrategia del tratamiento adecuado de las infraestructuras viarias en entornos urbanos de gran densidad«, busca «acometer un tratamiento adecuado de este entorno y la integración urbanística de la Gran Vía» una vez «soterradas las vías del ferrocarril en este tramo«. Desde conselleria recuerdan que el Puente Rojo «se construyó para salvar a distinto nivel el cruce de la Gran Vía, tanto para coches como peatones, con las vías del ferrocarril«. El debate sobre el futuro del Puente Rojo en Alicante, una infraestructura inaugurada en 1990 tras dos años de construcción, no es nuevo.
Movilidad
Desde la Plataforma Comarcal por la Movilidad Sostenible (PCM) defienden la continuidad, sin cambio, del puente. «Pensamos que lo que funciona más o menos bien no hay que tocarlo. Tiene una función muy digna, aunque se puede mejorar a nivel peatonal o ciclista, pero no creemos que haga falta quitarle la función que tiene ahora. Hay otras más necesarias», señala Iñaki Malluguiza, quien considera que el puente es la única alternativa que «garantiza que el futuro Parque Central sea una unidad, sin interrupciones».